ADOSADOS
CUANDO TODO ES POCO
FOTOGRAFÍA: SELENE EDDINE RODRÍGUEZ
TEXTO: SANTIAGO PAZOS
Seguramente todo es fruto del azar, una casualidad. Sin embargo, prefiero pensar que al final de aquella tarde primaveral, un cúmulo de circunstancias sacaron a Selene de su casa para que pudiese recoger en un sólo retrato toda la desesperación a la que nos conduce el consumismo desmesurado, la insatisfacción a la que nos aboca el sistema capitalista en la actualidad.
Quizás cuando Selene abrió su armario y no encontró nada apropiado que ponerse, sintió esa angustia, ese vacío en el estómago que nos produce la falta de algo que aún no tiene nombre y cuando todo es poco para saciar nuestra avaricia existencial. Sin pensarlo dos veces, nos dijo adiós cerrando FB, cogió su inseparable cámara fotográfica por si topaba con algo que llamase la atención de su ojo selectivo y salió en busca de alguna novedad de temporada.
Una vez en la calle eligió el camino más largo para llegar a la zona comercial. Disparó sobre aquella ventana con pajarito saludando, retrató el alma de esa señora que señalando el cielo con el dedo índice parece reírse de la inmensidad del universo, enmarcó el felpudo de una humilde casa con flores de colores, afeó los brillantes zapatos de un presumido que pasaba apurado hacia ninguna parte, embobó el dulce beso de aquella pareja con un gran primer plano, y mirando hacia arriba exageró la altura de aquella cúpula que parecía caer a plomo sobre su cabeza.
Sin darse cuenta del motivo de su paseo, despreocupada, hizo unas cuantas fotos más, ahora de los escaparates comerciales, las perchas vacías, los sombreros, unos pantalones de colores, el reflejo de una casa señorial en la luna de un comercio de retales, y regresó a casa con su cámara y su cabeza llenas de imágenes. Sin comprar nada.
Se acomodó frente al ordenador para revisar el trabajo y decidir qué descubrimientos enseñaría a los amigos, se imaginó ante una taza de café de pota que desprendiese ese aroma que despierta todos los sentidos y comenzó a pasar las imágenes.
Cuando vio la foto de este maniquí desnudo dándonos la espalda, recordó el motivo de su paseo y sonrío. Realmente no necesitaba nada, se dio cuenta de que el mejor traje con el que contaba era su propia piel. Un recipiente perfecto que custodiaba algo mucho más importante…
SEGUNDA PARTE
En realidad no fue así. Mi cabeza divaga y pierde el contacto con el mundo tangible. Mis manos rebuscan dentro de ese gigantesco arcón lleno de creatividad que Selene va llenando y comienzo a levitar como un monje tibetano. Aquí huelo una flor, allí acaricio unas sedas naturales, más al fondo paladeo unos aguacates con su carne madura y tierna como la manteca. Y continúo, me acomodo en esa terraza desde la que se ve el mar tranquilo y el cielo sonrosado y dejo que pase el tiempo viajando de Las Palmas a Irlanda, de las Highlands a París, de aeropuertos en blanco y negro al pie de calle en Edimburgo donde el color se vuelve falda escocesa de cuadros imposibles, donde las casas tienen ojos y te miran y escrutan tu don de gentes.
No, no, otra vez me voy por lo cerros de Úbeda, ¡qué culpa tendrán los ubetenses de que mi mente se diluya en la historia como azúcar en café! ¡Malditas frases hechas para afear la conducta ajena! Creo que necesito refrescar los pies un poco para ver si se aclaran las ideas... Y Selene me lleva a la playa donde cada tarde el sol se esconde y las sirenas salen a respirar aire puro y a encandilar a los incautos como...
Selene, como tantas tardes, salió de su casa, cámara en ristre, para deambular despreocupada por las calles de cualquier ciudad convertida en una cazadora de estampas que, sin piedad, guardará para los anales de la historia ese gesto displicente, esa mejilla emborronada, ese bamboleo de minifalda al viento despiadado, ese tacón a punto romperse, ese ademán contrariado, o cualquier cosa que llame su atención. Cuando vio ese maniquí desnudo dándonos la espalda pensó que podía engañarnos, que podía colar como el cuerpo escultural de una modelo que esconde entre bambalinas su timidez mientras espera un nuevo traje para posar ante un público que se nos oculta adrede, un público que podemos ser usted o yo mismo.
La realidad es que la timidez que esconde ese cuerpo de plástico es el supuesto decoro de la dependienta de la tienda de ropa que se avergüenza, quizás por comparar, de los turgentes pechos de una muñeca y que, sin darse cuenta, alimenta nuestra morbosa mirada con ese precioso culo que incita y acalora.
Y lo cierto es que yo encuentro en esta foto el paradigma de una sociedad cansada, aburrida de si misma y asqueada de verse reflejada en los grandes estercoleros del mundo. Una sociedad fagocitada por el embalaje que la cubre y abandonada a los designios de una jauría de magos de las finanzas. Una sociedad que necesita de muchos 15 M para regenerarse, para humanizarse, para poder seguir llamándose por su nombre con orgullo.
Y mientras las Selenes, los Abalos o los Uzcátegui Abreu sigan regalándonos imágenes para pensar, otros como yo seguiremos centrando las ideas en el punto crítico que se necesita para recomponer una sociedad que aspira a ser un poco mejor para todos.
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