(FIOT 2015)
XXIV FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO DE CARBALLO
LA VOZ QUEMADA
(A propósito de “Ojos de
agua” de Ron Lalá y Galo Film, con Charo López)
SANTIAGO PAZOS
“La voz quemada” llama Manuel Vicent a Charo López y yo lo
comparto porque en esa definición se pueden resumir tanto los aspectos
positivos como negativos de la función de “Ojos de agua” que ayer vimos en
Carballo.
No me andaré con muchos rodeos, el montaje de Ron Lalá para esta
Celestina, acabada y un poco moribunda, está bien construido, así sin más, como
no podía ser de otro modo tratándose de unos profesionales de contrastada
trayectoria y a los que en el FIOT conocemos tan bien. Otra cosa es que esa
marca Ronlalera guste más o menos.
Marca que se hace muy patente, por ejemplo, en el excesivo
protagonismo de Fran García como cantante, del que creo que se abusa, no porque
lo haga mal, sino porque no encuentro su justificación más allá de rellenar
transiciones entre escenas, consumir tiempos y darle un poco de descanso a la
protagonista.
Por lo demás, el texto, la dramaturgia de Álvaro Tato (se está
convirtiendo en un gran reserva), la escenografía, los arreglos musicales y la ejecución de Antonio Trapote, la iluminación, o la
dirección de Yayo Cáceres, son notables.
Y nos queda Charo, ¡ay, ay!, que está casi como la Celestina que
nos ofrece. Es la realidad, parece cansada y esa profundidad de voz, esa voz
quemada, que ha sido una de sus características más aplaudidas, nos la muestra
como ahogada.
Y SIN EMBARGO, ¡cómo acaricia las palabras, con esa sutileza y
esa pronunciación equilibrada, dramatizada al límite sin necesidad de forzar el
tono, acompasando el ritmo sin alzar la voz, qué bien lee manteniendo ese ritmo que sólo tienen los clásicos!
Repito, ¡cómo acaricia el oído¡ Escucharla es como acariciar el terciopelo.
Y es cierto, tuvimos pocos momentos para disfrutar de esa
genialidad de la actriz completa, pero ese poco justifica la obra y ese poco, a
mí por lo menos, me supo a gloria.
Por otra parte, y como me recordaba mi mujer Carmen (gran
aficionada aunque tímida comentarista), nunca nos decepciona lo que los demás
hacen, sino las esperanzas que nosotros tenemos en que lo hagan de una
determinada manera.
Así que yo, tomando nota y aplicándome la acertada reflexión,
ayer no caí en la decepción porque, aunque de forma moderada y en contadas
ocasiones, mis esperanzas no fueron defraudadas. Por eso en las cenas señaladas
se recomienda siempre poner un magnífico vino que te ayude a olvidar aquella
parte del menú que no estaba a la altura.
Salud
No hay comentarios:
Publicar un comentario