domingo, 1 de noviembre de 2015

CHARO LÓPEZ

(FIOT 2015)
XXIV FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO DE CARBALLO

LA VOZ QUEMADA
 (A propósito de “Ojos de agua” de Ron Lalá y Galo Film, con Charo López)

SANTIAGO PAZOS


“La voz quemada” llama Manuel Vicent a Charo López y yo lo comparto porque en esa definición se pueden resumir tanto los aspectos positivos como negativos de la función de “Ojos de agua” que ayer vimos en Carballo.

No me andaré con muchos rodeos, el montaje de Ron Lalá para esta Celestina, acabada y un poco moribunda, está bien construido, así sin más, como no podía ser de otro modo tratándose de unos profesionales de contrastada trayectoria y a los que en el FIOT conocemos tan bien. Otra cosa es que esa marca Ronlalera guste más o menos.

Marca que se hace muy patente, por ejemplo, en el excesivo protagonismo de Fran García como cantante, del que creo que se abusa, no porque lo haga mal, sino porque no encuentro su  justificación más allá de rellenar transiciones entre escenas, consumir tiempos y darle un poco de descanso a la protagonista.

Por lo demás, el texto, la dramaturgia de Álvaro Tato (se está convirtiendo en un gran reserva), la escenografía, los arreglos musicales y la ejecución de Antonio Trapote, la iluminación, o la dirección de Yayo Cáceres, son notables.



Y nos queda Charo, ¡ay, ay!, que está casi como la Celestina que nos ofrece. Es la realidad, parece cansada y esa profundidad de voz, esa voz quemada, que ha sido una de sus características más aplaudidas, nos la muestra como ahogada.

Y SIN EMBARGO, ¡cómo acaricia las palabras, con esa sutileza y esa pronunciación equilibrada, dramatizada al límite sin necesidad de forzar el tono, acompasando el ritmo sin alzar la voz, qué bien lee manteniendo ese ritmo que sólo tienen los clásicos! Repito, ¡cómo acaricia el oído¡ Escucharla es como acariciar el terciopelo.

Y es cierto, tuvimos pocos momentos para disfrutar de esa genialidad de la actriz completa, pero ese poco justifica la obra y ese poco, a mí por lo menos, me supo a gloria.

Por otra parte, y como me recordaba mi mujer Carmen (gran aficionada aunque tímida comentarista), nunca nos decepciona lo que los demás hacen, sino las esperanzas que nosotros tenemos en que lo hagan de una determinada manera.

Así que yo, tomando nota y aplicándome la acertada reflexión, ayer no caí en la decepción porque, aunque de forma moderada y en contadas ocasiones, mis esperanzas no fueron defraudadas. Por eso en las cenas señaladas se recomienda siempre poner un magnífico vino que te ayude a olvidar aquella parte del menú que no estaba a la altura.


Salud



  

No hay comentarios: