EL REFERENTE MANCILLADO
SANTIAGO PAZOS
FOTO TOMADA PRESTADA DE WIKIPEDIA
(El día de los inocentes de hace 10 años, coincidiendo con
la muerte del Alemán de Camelle a consecuencia del desastre incompetente del Prestige,
escribí una columna radiofónica, con este mismo título, que recupero hoy porque creo que no ha perdido
actualidad, aunque he de reconocer que algunas cosas se han hecho bien para
preservar el legado del artista. El museo que lleva su nombre en Camelle
cataloga sus trabajos, se celebra un seminario anual para profundizar en la
importancia de su obra, y hoy se trasladan sus cenizas, como él quería, a la
choza donde vivió. Seguramente se podía hacer mucho más, pero por lo
menos no lo hemos ahogado en el mar del olvido.)
Mientras enterraba su memoria adolescente entre las olas,
Man rescataba de las fauces del océano recuerdos ajenos para limpiarles el alma
y, renovando su presencia, darles un descanso dignificado ante el apresurado
mundo del olvido en que hemos convertido la sociedad actual. Su propia desnudez
era la cruz de un hombre que quería recuperar su naturaleza, la búsqueda (me
atrevería a decir que al estilo de J. Beuys) de unas raíces antropológicas que
el ser humano ha perdido. Como diría Fernando Pessoa, sin ambiciones ni deseos
para encontrar mi manera de estar solo.
No haré una valoración artística del legado que Man ha
dejado en Camelle porque no lo conozco suficientemente. Me interesa sobre todo
como referente cultural y vital, como imagen viva de un modo de entender el
mundo desde el punto de vista del hombre no-depredador. Man no tiene nada que
ver con nuestro mundo y, por eso, intentan enterrarlo bajo una pesada losa sin
su nombre escrito.
Los hombres sin referentes son como páginas en blanco de un
libro que nunca será escrito, los pueblos sin historia son lugares sin nombre
que nadie recordará jamás. Man debiera convertirse en un tótem que recordase
nuestras procedencias ancestrales, nuestra simbiosis con el mundo natural, el
respeto por la madre tierra, y la conciencia comprometida con el medio ambiente
a través del arte con mayúsculas, la vida.
El ejemplo de Man es la dignidad de un hombre que sólo se
llevó a la tumba su traje de faena, el taparrabos que vestía por imperativo
social. Su desnudez era toda su riqueza, su obra era social sin contrapartidas,
sin intereses. Todo lo que recogía debajo de las faldas del mar se lo regalaba
al mundo con un plus de belleza añadida.
El paulatino saqueo de su capilla abierta es culpa de la
desidia generalizada, de la patente falta de sensibilidad individual y
colectiva de una sociedad que no quiere tener memoria.
Para el Gobierno central, Man y Camelle son un átomo perdido
en el mapa de España, para la Administración autonómica una responsabilidad
moral que no quieren asumir, para la Diputación provincial un asunto de
protección ajena, y para el Concello de Camariñas un “quítame esas pajas de la
puerta que no son de mi competencia”. Y el ciudadano común, harto de pagar el
mantenimiento de instituciones representativas en las que delega la defensa de
sus intereses, asiste impávido a un espectáculo pendenciero en el que su
riqueza cultural y su potencial de crecimiento, su identidad espiritual y sus
referentes existenciales, son quemados en la pira del abandono más mezquino.
Mientras nos lavamos las manos como Pilatos, la culpa será
de uno cualquiera que, pasando casualmente por allí, rescató una joya de un
estercolero. Un capítulo más del vilipendiado desarrollo sostenible.
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