domingo, 2 de noviembre de 2014

EL BRUJO

(FIOT 2014)
XXIII FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO DE CARBALLO

LICENCIAS DE LA PÚRPURA
(A propósito de “El asno de oro” de Rafael Álvarez “El brujo”)

SANTIAGO PAZOS


La primera vez que vi en directo a Rafael Álvarez “El brujo” fue en 1995, en Medina del Campo con “El Lazarillo de Tormes”, y me cautivó con aquella manera fresca y natural de expresarse. Actuaba como un pícaro que le hurtaba, sin aparente esfuerzo, la personalidad al original. Y volví a verle en el FIOT 2005, con “San Francisco juglar de Dios”, más maduro, elegante en sus movimientos, controlando y dominando la escena con registros muy variados. Me sorprendió sobre todo por la seguridad con la que se movía sobre el escenario como convencido de que el verdadero protagonista de la obra era él mismo. El actor utilizaba al personaje como una excusa para mostrar con todo su esplendor sus cualidades profesionales.

Esa suplantación de papeles se manifiesta con más evidencia si cabe en “El asno de oro” de Lucio Apuleyo. Aspecto que no supone ningún inconveniente si la comunión del público con su ídolo admirado es perfecta, pero cuando las ligaduras de ese matrimonio de conveniencia se van aflojando, los defectos y las carencias se hacen visibles y el malestar mutuo inunda la relación.

Y, aunque cuando esto pasa, buscar culpables se convierte en una tarea esquizofrénica, si lo situamos en el terreno de las responsabilidades, por mucha frialdad que mostrase el público de Carballo (que personalmente no me pareció tanta como para influir tan definitivamente en el espectáculo), parece evidente que el gran actor monologuista debiera tener recursos suficientes para cambiar el rumbo en ese divorcio inesperado.

Más bien parece que, a veces, la púrpura se arroga unas licencias que su peso, por muy grande que sea, no soporta. Y añadiremos otro inconveniente, cuando las expectativas del público son muy altas, justificadamente o no, la capacidad de decepcionarse crece exponencialmente.

Ayer tuvimos por momentos a un gran Brujo, y a otro mediocre que se colaba en la representación, de vez en vez, sin estar acreditado, de ahí que convenció y defraudó a partes iguales y puso de manifiesto algo que muchas veces olvidamos, en el teatro todo está por hacer y nada se tiene ganado hasta que la función acaba.  

Salud  

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