lunes, 21 de marzo de 2011


PASAJES DEL ABSURDO MÁS ÍNTIMO

“La locura, ese intento de viaje desorganizado”


Aunque viajo sin rumbo y sin cobijo
como sombrero que arrastra el viento,
hacia el horizonte huyen los malos augurios
y los presagios de derrota.

Y su presencia,
esa pálida y mortecina estampa que aborrezco
desaparecerá también con todo mi desprecio,
dejando en el recuerdo el olor espeso
de su cuerpo y de su piel entre mis dedos.

Cuando llegue la luz
que me negó el infinito mundo de estrellas apagadas en sus ojos,
en el trasnochado azul y plata de su mirada,
se oscurecerán las imágenes marchitas
que almacena mi memoria
y buscarán mis morados labios
el color que les falta
bajo la sombra de otros párpados.



 

II
Mis ventanas imposibles están cubiertas
de cristales rotos con los que cerco su cama.

Así,  cuando se despierta y descubre
el olor que desprenden las botellas de vino vacías,
las colillas, y los paquetes de tabaco retorcidos, avanzando como cucarachas entre los vasos
y los restos de comida desparramados sobre la mesa,
no puede reprocharme nada.

Como cuando al margen del tiempo
que duran los sueños no soñados,
puedo imaginar sin ningún esfuerzo su cerebro
perezoso, sin consistencia ni hostilidad,
dormitar junto al mío,
o pintar figuras con el humo
de las chimeneas en pleno invierno.

Mas en mis residencias invisibles
permanece aún el aroma
del café que preparó ayer para desayunar,
de la mantequilla derritiéndose sobre las tostadas,
de la mermelada,
y del ramo de tulipanes blancos recién cortados.

Me recuesto entonces ante la ventana
bajo la mortecina luz que traspasa las cortinas,
y sosteniendo la cabeza entre las manos
miro la sombra dispersa de mi cuerpo sobre el suelo
implorando que no amanezca nunca.




III
De vuelta de ninguna parte
busco la luz que cura la ceguera impertinente
y purifica los grises sentimientos,
cierro las puertas de mi atormentada conciencia,
y aguardo a que caiga la noche
para conquistar algún retazo de esa mirada suya,
inmaculada,
mientras pestañea toda la desconfianza acumulada.

¿Querrá así volver a rogarme
que recueste mi cuerpo junto al suyo?

SANTIAGO PAZOS



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