domingo, 2 de octubre de 2016

CELSO SANMARTÍN Y MANUEL MANQUIÑA

(FIOT 2016)
XXV FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO DE CARBALLO

A RÚA DOS CONTOS

 CELSO SANMARTÍN Y MANUEL MANQUIÑA
EL OFICIO (SE TIENE O NO SE TIENE)

SANTIAGO PAZOS


 Celso Sanmartín                 ManuelManquiña


Es así de sencillo, algunos aciertan un día y piensan que pueden vivir de rentas toda su vida, otros van pasito a paso, con cautela, profesionalizándose, aprendiendo el oficio y atesorando experiencia y conocimientos para que en un futuro, si no se estancan en la mediocridad, puedan ser reconocidos como maestros.

Ya sé que las comparaciones pueden resultar odiosas, pero quiso la casualidad teatral que tanto Celso como Manquiña coincidiesen este fin de semana en Carballo, dentro de la programación de “A rúa dos contos”, dándome la posibilidad de enfrentar y analizar dos maneras muy distintas de hacer monólogos cómicos.

Pienso que cualquiera de los dos humoristas pueden ser considerados unos maestros, aunque no impartan la misma materia. Es decir, tienen mucho oficio, pero aunque pueda parecerlo, no dominan el mismo.

Uno, Manuel Manquiña, es un gran actor, bueno como pocos, con personalidad y estilo propio en escena. He podido disfrutar de su trabajo tanto en cine como en teatro y nunca me he sentido defraudado porque las expectativas ante sus interpretaciones siempre son recompensadas. Y de esas dotes, de ese oficio, hizo gala en “Humor á galega”. Nada más salir a escena, le pasó el brazo por encima del hombro al espectador y, tratándole de tú a tú, como a un amigo de toda la vida, fue contándole confidencias e intimidades. Sólo tuvo un fallo, y no menor, el guión era muy deficiente, era un texto del montón, manido en su temática y en sus planteamientos. Y con un guión así, ni siquiera Manquiña está a la altura de Manquiña. Una pena.

Y el otro, Celso Sanmartín, es un genial contador de historias, un transmisor privilegiado de la tradición oral gallega. Parece que improvisa pero tiene todo muy bien calculado. Va tejiendo el texto con habilidad, al estilo del más elaborado encaje,  cosiendo o destripando aventuras transoceánicas, reflexiones filosóficas de andar por casa y razonamientos sobre el quehacer cotidiano, entre reales e imaginarios, de unos personajes que de tan normales parecen extraterrestres. Y así, como sin darse ninguna importancia, entre inocente y pícaro, con este “Que contar sempre hai”, consigue que el espectador se sienta interesado, cómodo y confiado en un viaje cargado de retranca cuyo destino es la risa. Un aplauso.



Salud  

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