sábado, 8 de octubre de 2016

LA CASA DE LA PORTERA

(FIOT 2016)
XXV FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO DE CARBALLO

SOBRE LA HONESTIDAD
(A propósito de “Iván off” de La casa de la portera)

SANTIAGO PAZOS



En la postromántica “Iván off”, de Antón Chejov, se habla de amor, de desamor, de integridad, de moralidad, de corrupción, de amistad, de lealtad, de familia, de religión, de crisis económica, de ruinas, de depresión y de otros tantos temas que afectan hoy día al hombre y a la sociedad en la que vive y que también afectaban a la sociedad de finales del siglo XIX, pero sobre todo se habla de honestidad, un compromiso sentimental y convencional que lleva a Iván a pegarse ese tiro que pone fin a su vida y a la misma obra que representa.

Y de honesta también podemos calificar la propuesta escénica que José Martret, como director, Alberto Puraenvidia, como creador del espacio escénico, y del elenco de La Casa de la Portera, encabezado por Raúl Tejón. Una propuesta que parte del convencimiento de que esta obra es una comedia y no, como ¿erróneamente? se creía, un drama, aunque la obra contenga todos los elementos que se le suponen incluyendo el suicidio. Claro que ser honesto así sin más, como le pasa al doctor encarnado por Iván Villanueva, no sirve para gran cosa. El recurso fácil de robar unas risas, con ayuda de Julio Iglesias o Rafaella Carrá, no hacen más divertida la debacle.

Director e intérpretes de "Iván Off" en el Café con...

No sé cómo funcionaba en la proximidad de la original Casa de la Portera, según crítica y público un éxito, pero en teatros grandes, esta comedia de situación al estilo madrileño en que han convertido Ivanov necesita de mucho recorrido para convertirse en un producto teatral compacto. Y lo digo, cómo no,  desde la honestidad del espectador que aplaude por convencimiento cualquier iniciativa dispuesta a revitalizar y modernizar el mundo de la escena.

Es cierto, ellos no engañan, (de nuevo la honestidad), como bien aclararon en el Café con… de la tarde, (uno de los más interesantes que recuerdo), su apuesta por un espacio novedoso, que se convirtió en referente, no era un replanteamiento teórico sobre el tamaño de los espacios escénicos, ni tampoco una investigación sobre el efecto de la proximidad entre actor y público, sólo obedecía a la necesidad que la subsistencia obliga. Nada que objetar al respecto, la supervivencia está por encima de cualquier otra consideración.

Pero como sabemos por otras experiencias artísticas, por ejemplo el Museo Guggenheim de Bilbao o las propuestas de compañías como La Fura dels Baus o Teatro delle Ariette por citar algunas, en muchas ocasiones el continente afecta muy directamente al contenido, empezando por la forma en que es percibido el mensaje que se pretende transmitir. De ahí que de la intensidad que nos traslada el crítico Javier Molina cuando reflexiona sobre el Iván off original: “es imposible contenerse, porque los actores no actúan: viven, lloran, ríen, gritan, deliran, se emborrachan y agonizan ante el espectador”,  ayer, en el Pazo da Cultura de Carballo, quedaba muy poco.  

Toda esa supuesta intensidad fue devorada por el tamaño del propio espacio. Algo que puede tener solución con el rodaje del espectáculo, o eso deseo porque, por otra parte, el ritmo es el adecuado y lo mantienen con buena energía, aun durando dos horas; la ambientación musical de Antonio Martín acompaña o impacta cuando parece necesario; ese muro escenográfico está muy bien diseñado tanto estética como conceptualmente; y la interpretación del reparto, aunque desigual y baja de intensidad o un tanto floja por momentos, nos ofrece escenas profundas y sentidas como el monólogo de Iván (Raúl Tejón) sentado en la boca del escenario bajo ese foco solitario.

Raúl Tejón

Por eso, con honestidad, me inclino por achacar fallos como la proyección de voz y volumen, o las dudas en los movimientos de los actores, al nerviosismo del estreno y al impacto tanto del espacio como de número de espectadores, porque sin ninguna duda me encantaría volver a verlos dentro de diez o quince representaciones. En serio, creo que es una propuesta que merece mucho la pena pero que, honestamente, necesita de algunos retoques y reparaciones. 

Claro que la opción entre comedia o drama quizás ya no tenga solución porque afecta a la concepción del propio proyecto.

¡Para que vean cuántos problemas nos crea la honestidad! 
Aunque coincidirán conmigo que mucho peor es el engaño y la mentira.


Salud


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