domingo, 12 de febrero de 2012

EJERCICIOS DE ESTILO PARA ACTORES

(A propósito de “Último cowboy”, de Teatro do Noroeste)

Eduardo Alonso hace con los actores, en “Último cowboy”, algo así como lo que Raymond Queneau hizo con los escritores en su “Ejercicios de estilo”, exigirles el reto de enfrentarse a dos papeles que requieren el uso de todos los recursos interpretativos posibles, sobre todo a su protagonista masculino. O por lo menos eso parece al crear dos personajes con una fuerte personalidad que sólo podrán ser representados por actores con mucha memoria, mucha experiencia teatral y nada de miedo.
Y por lo menos el viernes pasado, en Carballo, Miguel Pernas demostró que se sabe la lección de carrerilla y ejerció de catedrático con una interpretación limpia en su gestualización y cargada de matices, utilizando distintos acentos y tonos de voz con naturalidad y vocalizando sin forzar, dando además a las pausas un acertado protagonismo que contrasta muy bien con la “letanía vaquera” del texto. Lo borda, y punto.
No puedo decir lo mismo de Luma Gómez, que se ve obligada a dar vida  a un personaje, con un forzado acento de Europa del Este, poco lucido por encorsetado y contenido, claramente en desventaja con la fuerza de su compañero de reparto. Afortunadamente le sobran tablas, como demostró por ejemplo en el papel de Doña Carmen Polo en “Glass City”, y logra defender su réplica con honestidad y profesionalidad.
Quizá sea un atrevimiento de Eduardo Alonso ofrecernos una obra de dos horas en esta época de urgencias económicas y estrés vital. Sin embargo, aunque trate de temas peliagudos y actuales como la crisis, el paro, la emigración, el racismo, la corrupción o la avaricia estafadora de la banca, resulta amena por su trama de comedia desenfadada. Lo consigue al introducirlos en la conversación cotidiana y sin darle, en apariencia, más protagonismo o importancia que la que le damos al contar cualquier accidente doméstico. Como referencias circunstanciales de una trama mucho más íntima y profunda que reside en la soledad y la desconfianza, en el romanticismo y la bondad, en el amor y el abandono. Ayuda también, en ese desenfado crítico y ácido sobre la realidad actual, el relato entrecortado de las aventuras de un vaquero en el Oeste americano, que corta las escenas y da continuidad actuando como desengrasante. Muy acertado, por cierto.
Es posible, como he leído en una crítica, que al final le falte tensión. Yo no sé si tensión, pero creo que un poco más de intensidad en la despedida podría ser adecuado para completar este interesante blues.
Por lo demás, merece nuestra recomendación para que acudan a verla si tienen oportunidad.
     
SANTIAGO PAZOS 

2 comentarios:

José María de la Viña dijo...

Todo o que contas atinadamente Santi, resúmese nesa estupenda frase: "Lo borda y punto". Pasei un fantástico anaco (¿dúas horas?) nesta peza; e tamén estou de acordo (por unha vez) coa crítica: bótase de menos un pouco de tensión final.

santipazos dijo...

Estaría muy bien que si Eduardo Alonso lee nuestros comentarios nos aclarase lo del final. Es posible que un final con más tensión desvirtuase el caráter de comedia de la obra. Por otra parte, así como está parece un poco Woody Allen y quizás sea un guiño.