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(Y algunos dibujos del autor)
RETRATO SIN TÍTULO
No fueron espinas ni esquirlas de cristal
incrustadas en mi piel
tus promesas.
Si las hubo,
yo no puedo saberlo.
Desconozco las coordenadas de tu pensamiento,
la escenografía malograda del encuentro,
la secreta intencionalidad de tus gestos.
Nada escuché de tus labios
ni tus manos se refugiaron entre las mías para,
mirándome a los ojos,
decirme:
no hay paisaje ni sol ni madre naturaleza
muerta ni retrato sin título.
Nada fue y tampoco pudo la semilla
prender en la oquedad
donde no existe siquiera
una rama inerte
ni una sombra.
Las imágenes y las palabras
ausentes viajan
yo no sé a dónde.
¿Cómo puedo saberlo?
La nevera está vacía,
el hielo ha desaparecido,
mis pasos están perdidos y yo
paralizado entre tus cejas no puedo ni moverme.
Espera…
Acabo de ver mis zapatos colgando sobre aquel balcón
y no encuentro mis calcetines descoloridos.
Perdona…
Aún así, descalzo
volveré a intentarlo:
no fueron espinas ni esquirlas de cristal…
FRESCA, AUNQUE PLANA
Fresca, aunque plana, la mañana
dices tú
que al despertar bostezas
espabilando la pereza con desaire inusitado
del dormido cuerpo y de la mente aletargada.
Cuando detrás de tanto relax asoma
el nervio y la escarcha congelada,
la legaña sudorosa y las nebulosas
incrustadas en esas miradas como pantallas,
necesito decirte, mostrándome como soy.
Escucha:
Déjame que te diga en un segundo
lo que yo siento,
lo que yo presiento en tiempo indeterminado.
En ese tiempo de la mañana aún dormida
que rompe los silencios, el descanso, el reposo.
Déjame ser como ese maestro ensimismado.
Por un solo momento, déjame decirte.
Escucha:
Languidezco de tanta espera
por pernoctar contigo un trocito
de esta noche,
tocar con mis manos las tuyas
intentando descifrar no sé qué mapa
grabado por el destino y pintar
señales con direcciones abiertas
hacia una esperanza con nuestros nombres.
Escucha:
Yo quería ser árbol
manantial piedra plancton pez
o unas alas largas y potentes
para llevarte
de horizonte en horizonte.
Escucha:
Yo quería ser como agua
que apagase tu sed
y sólo pude ser fuego.
QUIZÁS LLEGÓ EL MOMENTO
Quizás llegó el momento…
De que me cuentes,
borboteando como el agua cuando hierve,
toda esa letanía de la que nunca antes fuiste capaz,
que desveles todo lo que escondes
detrás del miedo
y de la desidia de tu silencio.
Detrás de todos esos miramientos egoístas,
de todas las esperas que yo he soportado,
detrás de todas las paredes que te separan de los demás,
de todas esas creencias de que pegada a tu espalda
no existe otra realidad.
Dentro de ese mundo tuyo
habrá motivos, razones, imágenes
que merezco conocer, ver y reconocer.
Yo no quiero irme sintiéndome derrotado,
amargo,
para que después de un tiempo no pueda
echar de menos apenas nada.
Y aunque dentro, muy dentro,
sientas la incapacidad
de ser quien eres quiero
que rasgues tímidas aberturas en la piel que cubre
por defecto tu consistencia.
LA MIRADA DISPERSA
Conozco esa mirada dispersa,
que esconde a un arquitecto experto en dudas
existenciales y vidas inacabadas
y a un quisquilloso narrador
que jamás puso fin a ninguna historia,
cuando veo que en el horizonte sólo se mantienen en pie
los esqueletos de algunos paisajes devastados
perdidas colinas tan altas que la vista no alcanza
y lejanas figuras difuminadas entre brumas
que ningún ojo cristalino es capaz de observar.
Sé que cuando desaparezcan las prisas
y las urgencias sean fisiológicas únicamente
el acompasado temple de un tic tac
concentrará la atención de mis sentidos
y dejará pasar el tiempo irremediable
como si la existencia humana tuviese los días contados
y entre los dedos de los hombres creciesen los cipreses
premonitorios de algún desastre sentiré
un viento gélido traspasando mis huesos
y esa mirada dispersa que me dejará inerte.
¡Ay!
Qué desidia y qué pereza
la armadura
de nuevo sobre mi cuerpo.
Santiago Pazos
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