domingo, 20 de octubre de 2019

CHICAS Y CHICOS

(FIOT 2019)
28 FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO CARBALLO

LA SANGRE FRÍA
 (A propósito de “Chicas y chicos” de El Sol de York)

SANTIAGO PAZOS

 
En un principio parece que la directora de “Chicas y chicos” Lucía Miranda y Antonia Paso, como protagonista, nos van a relatar, con un estilo casi costumbrista, la historia  de una mujer que pertenece a un mundo donde las convenciones y las apariencias lo ocupan todo.

Una mujer que pide que no la juzguemos pero que siente la necesidad de darnos todas las explicaciones posibles de su biografía personal y familiar, en una larga introducción que dura una larga hora, como queriendo justificar su papel en los tristes y sangrantes acontecimientos que nos contará a continuación. El asesinato de sus dos hijos cometido por un padre, por un marido que no pudo soportar que su decadencia profesional iba acompañada del éxito de la carrera de su esposa.

Los techos de cristal que el machismo no soporta que la mujer traspase es uno de los temas troncales, junto a la aniquilación familiar, de una obra que habla también del uso curativo de la memoria selectiva, del amor y de la culpabilidad, del control y del sacrificio, de la convivencia y de los afectos.


Sin embargo, parece que haciendo caso a Arturo Pérez-Reverte cuando dice que “no es bueno abusar de los afectos”, toda esa vida, con su tragedia incluida, es relatada desde una distancia emocional que sorprende. La propia directora dice que no quiso presentar a una víctima, dolorida y sufriente. Y lo consigue a costa de la empatía del espectador que no acaba de entender esa especie de desconexión que la protagonista tiene con su propio drama.

Una protagonista que, por otra parte, defiende con bastante soltura su monólogo si tenemos en cuenta que las instrucciones de dirección son de contención emocional. Aun así, Antonia Paso, profesionalmente, deja buenas muestras del uso de variados registros dramáticos, la ensoñación cuando juega mentalmente con sus hijos, (ya muertos), la alta comedia, el humor, el drama, la frescura y seguridad cuando interpela al público, o la agilidad para cambiar de tercio sin la ayuda, apenas, de un silencio.
Y para acompañar aciertos y ¿desaciertos?, una escenografía e iluminación sencillas que inciden en lo simbólico por los elementos que utiliza, la arena con lluvia incluida creando un momento de dramatismo sublime, las sombras que muestran las dobleces del personaje acompañándolo en todo momento como queriendo recordarnos que la soledad en momentos como los que vive esta mujer profundiza su tragedia, o los dinosaurios.

Mas uno se queda frío cuando escucha como nos narra tan descriptivamente ese momento en que el padre sitúa el pulgar en el costado de su hijo mientras guía con la uña el puñal que le está clavando en el corazón, porque mientras a ti se te hiela la sangre la madre no muestra más pesadumbre que la de esas voces en off de los documentales teatralizados de crueles asesinatos. Y en cierto modo me recordó un poco al estilo de Truman Capote en “A sangre fría”.

Quizás los excesos de afectos y pasiones nos obnubilan e impiden que comprendamos el mundo de una manera racional, pero a mí, dejando a un lado el amarillismo, siempre me doblega un quiebro en la voz.

   


Salud y larga vida…

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