(FIOT 2019)
28 FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO CARBALLO
LA SANGRE FRÍA
(A propósito de “Chicas y
chicos” de El Sol de York)
SANTIAGO PAZOS
En un principio parece que la directora de “Chicas y chicos”
Lucía Miranda y Antonia Paso, como protagonista, nos van a relatar, con un
estilo casi costumbrista, la historia de
una mujer que pertenece a un mundo donde las convenciones y las apariencias lo
ocupan todo.
Una mujer que pide que no la juzguemos pero que siente la
necesidad de darnos todas las explicaciones posibles de su biografía personal y
familiar, en una larga introducción que dura una larga hora, como queriendo justificar
su papel en los tristes y sangrantes acontecimientos que nos contará a
continuación. El asesinato de sus dos hijos cometido por un padre, por un
marido que no pudo soportar que su decadencia profesional iba acompañada del
éxito de la carrera de su esposa.
Los techos de cristal que el machismo no soporta que la mujer
traspase es uno de los temas troncales, junto a la aniquilación familiar, de una obra que habla también del uso
curativo de la memoria selectiva, del amor y de la culpabilidad, del control y
del sacrificio, de la convivencia y de los afectos.
Sin embargo, parece que haciendo caso a Arturo Pérez-Reverte
cuando dice que “no es bueno abusar de los afectos”, toda esa vida, con su
tragedia incluida, es relatada desde una distancia emocional que sorprende. La
propia directora dice que no quiso presentar a una víctima, dolorida y
sufriente. Y lo consigue a costa de la empatía del espectador que no acaba de
entender esa especie de desconexión que la protagonista tiene con su propio drama.
Una protagonista que, por otra parte, defiende con bastante
soltura su monólogo si tenemos en cuenta que las instrucciones de dirección son
de contención emocional. Aun así, Antonia Paso, profesionalmente, deja buenas
muestras del uso de variados registros dramáticos, la ensoñación cuando juega
mentalmente con sus hijos, (ya muertos), la alta comedia, el humor, el drama,
la frescura y seguridad cuando interpela al público, o la agilidad para cambiar
de tercio sin la ayuda, apenas, de un silencio.
Y para acompañar aciertos y ¿desaciertos?, una escenografía e
iluminación sencillas que inciden en lo simbólico por los elementos que
utiliza, la arena con lluvia incluida creando un momento de dramatismo sublime,
las sombras que muestran las dobleces del personaje acompañándolo en todo
momento como queriendo recordarnos que la soledad en momentos como los que vive
esta mujer profundiza su tragedia, o los dinosaurios.
Mas uno se queda frío cuando escucha como nos narra tan
descriptivamente ese momento en que el padre sitúa el pulgar en el costado de
su hijo mientras guía con la uña el puñal que le está clavando en el corazón,
porque mientras a ti se te hiela la sangre la madre no muestra más pesadumbre
que la de esas voces en off de los documentales teatralizados de crueles
asesinatos. Y en cierto modo me recordó un poco al estilo de Truman Capote en “A
sangre fría”.
Quizás los excesos de afectos y pasiones nos obnubilan e impiden
que comprendamos el mundo de una manera racional, pero a mí, dejando a un lado
el amarillismo, siempre me doblega un quiebro en la voz.
Salud y larga vida…
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