lunes, 8 de octubre de 2018

"FUTURE LOVERS" de La Tristura

(FIOT 2018)
27 FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO CARBALLO

EL SENTIDO DE VIVIR
 (A propósito de “Future Lovers” de La Tristura)

SANTIAGO PAZOS

(Fotografías de Mario Zamora)

Ayer, a primera hora de la mañana, me encontraba con el siguiente titular en páginas interiores de El País: (“Millenials”: pesimistas, pero pragmáticos). La noticia hacía referencia a un estudio dirigido por la socióloga Belén Barreiro en el que se llega a la conclusión, entre otras muchas, (cito textualmente), que: “ante la falta de perspectivas profesionales o de vivienda, los jóvenes han reordenado sus valores y priorizan el “disfrute de la vida”: más tiempo de ocio, ser libres, vivir experiencias y una ocupación que les satisfaga…..Han optado por buscar la felicidad de otra forma”.

No tardé un segundo en sentirme identificado. A mis 18 años, camino de Madrid para estudiar Sociología en plena efervescencia democrática y metido de lleno en “La Movida”, esas eran también mis ambiciones. Quizás con un mayor compromiso político, pero en esencia… ¡Ay, las esencias! Tan imprescindibles como traumáticas.

En esencia, digo, tenía las mismas expectativas, los mismos miedos, las mismas frustraciones, producto de una crisis económica, social y política agobiante y destructiva, también ilusionante, revolucionaria, cambiante.



Y tengo que decir que me vino muy bien esa reflexión temprana, porque cuando de noche acudí a ver “Future Lovers” sabía que no podía mirar ni escuchar con ojos y oídos de 60 años. Que debía hacer el esfuerzo de resituarme física y mentalmente en mi propia prehistoria para poder comprender, no juzgar, lo que La Tristura” quería mostrarme.

Una obra argumentalmente sugerente, construida desde un verismo que asfixia y confunde por momentos. Asfixia ese ambiente de aparente desidia y paroxismo musical. Y confunde esa banalidad aparente que transforma en trascendente y vital cada palabra que se va pronunciando, cada espontánea conversación  que incita a actuar con urgencia y a tomar decisiones.

Una lucha por vivir la propia vida como única, de exponer públicamente los sentimientos sin miedo a la vergüenza, ni propia ni ajena.



En ciertos momentos de la obra sentí tanta desazón como esperanza. Un sentimiento tan contradictorio como contradictorias me perecieron, por fortuna, las opiniones de esos personajes tan reales, tan convencidos de que sus dudas las resolverá el futuro, tan inseguros y tan por hacer.

Y todo eso con una estructura teatral novedosa, fresca, arriesgada, en la que tanto Celso Giménez como Itsaso Arana y Violeta Gil nos muestran una panorámica dramatizada de esta “nueva” juventud que podría pasar perfectamente por un documental de sesuda argumentación sociológica.

Un placer ver un teatro que habla de lo que nos pasa, o les pasa a nuestros jóvenes, sin pontificar, sin juzgar, sin más pretensión que mostrar la realidad tal cual es. Parabéns!
  
  


Salud y larga vida…




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