lunes, 29 de octubre de 2018

"UN ENEMIGO DEL PUEBLO" de Álex Rigola

(FIOT 2018)
27 FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO CARBALLO

RESPONSABILIDAD Y CONVICCIÓN
(A propósito de “El enemigo del pueblo (Ágora)” de El Pavón Teatro Kamikace)

SANTIAGO PAZOS



En la introducción que el sociólogo Raymond Aron hace para “El político y el científico” de Max Weber, (en Alianza Editorial, 1967), se hace la siguiente pregunta: ¿Existen dos moralidades esencialmente distintas, la de la responsabilidad y la de la convicción? Su carácter moderado y pragmático le lleva a la conclusión de que se obra por convicción y para obtener ciertos resultados. Es decir, la contradicción entre utopía y praxis nunca podrá ser resuelta desde la imposición de valores o razones que no tengan en cuenta su utilidad en favor del bienestar general.  Es una opinión. Podríamos citar otros muchos estudios que refuerzan esa hipótesis o la desmontan con argumentos igual de convincentes.

Ahora bien, el consenso generalizado es que la democracia y el sistema de sufragio universal, aun siendo imperfectos, constituyen el sistema político de organización social más justo y respetuoso con las libertades y derechos tanto individuales como colectivos. Claro que las impurezas del sistema invitan a la sospecha permanente. La demagogia, la corrupción, el populismo, la manipulación o la ignorancia, evidencian esa podredumbre que tanto nos asquea. El debate no es nuevo y además no veo yo trazas de que esa contradicción sea resuelta globalmente. Otra cosa es el encaje que de esa dicotomía hacemos a nivel individual, porque tendemos a ser bastante más permisivos con nosotros mismos que con la sociedad en la que vivimos.


Que el teatro nos plantee estos dilemas existenciales con la crudeza que el Pavón Kamikace los presenta en “Un enemigo del pueblo”, es un aldabonazo a nuestras conciencias porque invita a la reflexión más profunda sobre lo que suponen nuestras decisiones, sus motivaciones y sus consecuencias. Una llamada de atención a nuestra razón de ser como individuos y como sociedad. Un golpe a nuestro sentido de la razón y de la ética. Y un aviso sobre los vicios de los que nuestro sistema de convivencia abusa. Y por supuesto, lo hacen desde la manipulación. Eso es el teatro también. Nos conducen a un callejón con varias salidas pero ninguna de ellas lo suficientemente digna como para sentirnos limpios y satisfechos.

Manipulación, porque todas esas preguntas que nos hace Rigola a través de sus actores no tienen una única respuesta. No nos bastan el sí y el no para poder responder. A los espectadores nos escatiman los matices. El debate está viciado desde el principio. Y aun así, ese debate es necesario, imprescindible. Y por eso este teatro es fundamental, porque está construido desde la dignidad.

Y mientras estábamos sentados en el Pazo da Cultura de Carballo debatiendo sobre los fundamentos de la democracia, sus vicios y sus virtudes, en Brasil…




Salud y larga vida…




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