lunes, 22 de octubre de 2012

"A función do tequila" de Teatro do Morcego

(FIOT 2012)
XXI FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO DE CARBALLO

ARQUITECTURAS TEATRALES
(A propósito de “A función do tequila” de Teatro do Morcego)

SANTIAGO PAZOS


En el fructífero Café con… que celebramos con la gente de Morcego, el director Antonio Simón expuso una teoría sobre los montajes teatrales con la que estoy plenamente de acuerdo: el espacio, el texto y la interpretación, tienen que funcionar imprescindiblemente como vasos comunicantes.
Añadiré por mi cuenta, sin extenderme mucho en este asunto, que en el teatro convencional (no entender peyorativamente) esos tres pilares se asocian buscando una armonía formal que resulte cómoda para el espectador, mientras que en el teatro experimental y otro tipo de propuestas vanguardistas tienden a disociarse formando estructuras más exigentes para el espectador.
Podemos decir entonces que la arquitectura de “A función do tequila” es un buen montaje de teatro convencional, porque aún a pesar de contar con un texto difícil, de largos parlamentos y farragoso por la cantidad de fechas y lugares que se mencionan, contiene una trama de interés histórico mezclada con grandes dosis de ficción que engancha muy bien al espectador. Si me permiten la broma, algo así como un programa de cotilleos, entre dos espías, sobre personajes de altos vuelos con traiciones y asesinatos incluidos. Sin duda, un atractivo planteamiento.
Pero si este pilar funciona bien es gracias a la interpretación excepcional de Manuel Manquiña, que da vida a un personaje poliédrico, un psicópata con sentimientos. Contenido en el tono y elegante en la forma, medido en sus gestos, con presencia y credibilidad.
Le acompañan Santiago Fernández con un logrado papel de espía americano en el que destaca esa voz entre doctoral y locutor radiofónico, y Luisa Merelas y Elina Luaces con dos pequeños pero importantes papeles que ponen la nota sensible y sentimental, con una fibra muy a flor de piel, muy sentida.
Y todo esto encaja en una escenografía del mismo director, con un tratamiento del espacio inteligente y funcional, con unas columnas torcidas muy útiles para facilitar el movimiento de los actores y parapeto perfecto para esos flashback líricos que rompen la rutina argumental, y una iluminación sugerente y equilibrada.
El uso de microfonía, justificada por el tono conversacional, le quita naturalidad y añade unos tintes de perfecto sonido cinematográfico que no me gustan especialmente, pero tampoco le resta contundencia y seriedad a esta propuesta arquitectónica que se postula como firme candidata a varios María Casares.
Salud   

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