(FIOT 2012)
XXI FESTIVAL
INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO DE CARBALLO
ARQUITECTURAS
TEATRALES
(A
propósito de “A función do tequila” de Teatro do Morcego)
SANTIAGO
PAZOS
En el
fructífero Café con… que celebramos con la gente de Morcego, el director Antonio
Simón expuso una teoría sobre los montajes teatrales con la que estoy
plenamente de acuerdo: el espacio, el texto y la interpretación, tienen que
funcionar imprescindiblemente como vasos comunicantes.
Añadiré
por mi cuenta, sin extenderme mucho en este asunto, que en el teatro
convencional (no entender peyorativamente) esos tres pilares se asocian
buscando una armonía formal que resulte cómoda para el espectador, mientras que
en el teatro experimental y otro tipo de propuestas vanguardistas tienden a disociarse
formando estructuras más exigentes para el espectador.
Podemos
decir entonces que la arquitectura de “A función do tequila” es un buen montaje
de teatro convencional, porque aún a pesar de contar con un texto difícil, de
largos parlamentos y farragoso por la cantidad de fechas y lugares que se
mencionan, contiene una trama de interés histórico mezclada con grandes dosis
de ficción que engancha muy bien al espectador. Si me permiten la broma, algo
así como un programa de cotilleos, entre dos espías, sobre personajes de altos
vuelos con traiciones y asesinatos incluidos. Sin duda, un atractivo
planteamiento.
Pero si
este pilar funciona bien es gracias a la interpretación excepcional de Manuel Manquiña,
que da vida a un personaje poliédrico, un psicópata con sentimientos. Contenido
en el tono y elegante en la forma, medido en sus gestos, con presencia y
credibilidad.
Le
acompañan Santiago Fernández con un logrado papel de espía americano en el que
destaca esa voz entre doctoral y locutor radiofónico, y Luisa Merelas y Elina
Luaces con dos pequeños pero importantes papeles que ponen la nota sensible y
sentimental, con una fibra muy a flor de piel, muy sentida.
Y todo
esto encaja en una escenografía del mismo director, con un tratamiento del
espacio inteligente y funcional, con unas columnas torcidas muy útiles para
facilitar el movimiento de los actores y parapeto perfecto para esos flashback
líricos que rompen la rutina argumental, y una iluminación sugerente y equilibrada.
El uso
de microfonía, justificada por el tono conversacional, le quita naturalidad y
añade unos tintes de perfecto sonido cinematográfico que no me gustan
especialmente, pero tampoco le resta contundencia y seriedad a esta propuesta
arquitectónica que se postula como firme candidata a varios María Casares.
Salud
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