(FIOT 2016)
XXV FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO DE CARBALLO
SOBRE LA HONESTIDAD
(A propósito de “Iván off” de La casa de la portera)
SANTIAGO PAZOS
En la postromántica “Iván off”, de Antón Chejov, se habla de
amor, de desamor, de integridad, de moralidad, de corrupción, de amistad, de
lealtad, de familia, de religión, de crisis económica, de ruinas, de depresión
y de otros tantos temas que afectan hoy día al hombre y a la sociedad en la que
vive y que también afectaban a la sociedad de finales del siglo XIX, pero sobre
todo se habla de honestidad, un compromiso sentimental y convencional que lleva
a Iván a pegarse ese tiro que pone fin a su vida y a la misma obra que
representa.
Y de honesta también podemos calificar la propuesta escénica que
José Martret, como director, Alberto Puraenvidia, como creador del espacio
escénico, y del elenco de La Casa de la Portera, encabezado por Raúl Tejón. Una
propuesta que parte del convencimiento de que esta obra es una comedia y no,
como ¿erróneamente? se creía, un drama, aunque la obra contenga todos los
elementos que se le suponen incluyendo el suicidio. Claro que ser honesto así
sin más, como le pasa al doctor encarnado por Iván Villanueva, no sirve para
gran cosa. El recurso fácil de robar unas risas, con ayuda de Julio Iglesias o
Rafaella Carrá, no hacen más divertida la debacle.
Director e intérpretes de "Iván Off" en el Café con...
No sé cómo funcionaba en la proximidad de la original Casa de la
Portera, según crítica y público un éxito, pero en teatros grandes, esta
comedia de situación al estilo madrileño en que han convertido Ivanov necesita de mucho recorrido
para convertirse en un producto teatral compacto. Y lo digo, cómo no, desde la honestidad del espectador que
aplaude por convencimiento cualquier iniciativa dispuesta a revitalizar y
modernizar el mundo de la escena.
Es cierto, ellos no engañan, (de nuevo la honestidad), como bien
aclararon en el Café con… de la tarde, (uno de los más interesantes que
recuerdo), su apuesta por un espacio novedoso, que se convirtió en referente, no
era un replanteamiento teórico sobre el tamaño de los espacios escénicos, ni
tampoco una investigación sobre el efecto de la proximidad entre actor y
público, sólo obedecía a la necesidad que la subsistencia obliga. Nada que
objetar al respecto, la supervivencia está por encima de cualquier otra
consideración.
Pero como sabemos por otras experiencias artísticas, por ejemplo
el Museo Guggenheim de Bilbao o las propuestas de compañías como La Fura dels
Baus o Teatro delle Ariette por citar algunas, en muchas ocasiones el continente afecta muy
directamente al contenido, empezando por la forma en que es percibido el mensaje
que se pretende transmitir. De ahí que de la intensidad que nos traslada el
crítico Javier Molina cuando reflexiona sobre el Iván off original: “es
imposible contenerse, porque los actores no actúan: viven, lloran, ríen,
gritan, deliran, se emborrachan y agonizan ante el espectador”, ayer, en el Pazo da Cultura de Carballo, quedaba
muy poco.
Toda esa supuesta intensidad fue devorada por el tamaño del
propio espacio. Algo que puede tener solución con el rodaje del espectáculo, o
eso deseo porque, por otra parte, el ritmo es el adecuado y lo mantienen con
buena energía, aun durando dos horas; la ambientación musical de Antonio Martín
acompaña o impacta cuando parece necesario; ese muro escenográfico está muy
bien diseñado tanto estética como conceptualmente; y la interpretación del
reparto, aunque desigual y baja de intensidad o un tanto floja por momentos,
nos ofrece escenas profundas y sentidas como el monólogo de Iván (Raúl Tejón)
sentado en la boca del escenario bajo ese foco solitario.
Raúl Tejón
Por eso, con honestidad, me inclino por achacar fallos como la proyección
de voz y volumen, o las dudas en los movimientos de los actores, al nerviosismo
del estreno y al impacto tanto del espacio como de número de espectadores,
porque sin ninguna duda me encantaría volver a verlos dentro de diez o quince
representaciones. En serio, creo que es una propuesta que merece mucho la pena
pero que, honestamente, necesita de algunos retoques y reparaciones.
Claro que la opción
entre comedia o drama quizás ya no tenga solución porque afecta a la concepción
del propio proyecto.
¡Para que vean cuántos problemas nos crea la honestidad!
Aunque coincidirán conmigo que mucho peor es el engaño y la mentira.
Salud
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