(FIOT 2014)
XXIII FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO DE CARBALLO
CUANDO LA VIDA ES UNA FICCIÓN ASFIXIANTE
(A propósito de “Los brillantes empeños” de Grumelot)
SANTIAGO PAZOS
No resulta nada fácil de ver esta obra de Pablo Messiez, es para
estómagos fuertes y sensibilidades muy receptivas. Primero por el tema, seis
hermanos encerrados dentro de un presente desnudo, que intentan vestir y
revestir repitiendo versos clásicos para poner en palabras sus sentimientos,
entre un futuro que no existe y un pasado que olvidaron. Y segundo, por la
visceralidad carnal de las interpretaciones, impresionantes, creíbles,
descarnadas, que representan su vida como una ficción asfixiante.
Una asfixia que se concentra en su estómago, lleno de patatas
humeantes y deseo, y en su cerebro, en el que las palabras rebotan buscando un significado
real que les ofrezca alguna satisfacción y que nunca son definitivas, que han
de ser repetidas una y otra vez porque una inmensa angustia vital no les deja
respirar.
Lo explica muy bien el propio autor y director en la siguiente
cita: “El teatro nos revela siempre (sean conscientes o no sus hacedores, es un
fenómeno inherente a la escena) un mundo en el que creemos porque vamos
aceptando ciertas convenciones. Un mundo innombrable que insistimos en querer
nombrar para no disolvernos en la angustia. Las palabras son a la vez nuestra
libertad y nuestra cárcel. Son todo lo que tenemos para intentar entender de
qué se trata el gran teatro del mundo”.
Ese mundo que nos presentan en “Los brillantes empeños” es un
escenario prácticamente vacío, diáfano, con una cubeta llena de agua y unas
toallas bien dobladas, un montón de patatas crudas junto a una olla humeante,
un montón de libros, una banco arrimado a la pared, un ventilador, y seis
personajes, seis actores que lo dan todo, que se dejan la piel.
Carlota Gaviño, Rebeca Hernando, Javier Lara, Íñigo
Rodríguez-Claro, José Juan Rodríguez y Mikele Urroz, desarrollan un trabajo
coral potentísimo llenando de nervio vivo todo ese espacio vacío, ese mundo en
el que se piensa en alto, en el que ya no se pronuncia nunca la palabra
hermosura, con una plasticidad muy rica.
Me gustó muchísimo, no es un teatro para pasar el rato, es una
propuesta que te abre los poros de la piel y te deja la cabeza llena de
preguntas. Y, aunque es posible, no sé si en los textos de Lope, Calderón,
Quevedo o Santa Teresa, encontraré repuestas.
Acudan a verla.
Salud
No hay comentarios:
Publicar un comentario