lunes, 21 de octubre de 2019

LA GOLONDRINA

(FIOT 2019)
28 FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO CARBALLO

EL CIELO DE LOS PERROS
 (A propósito de “La golondrina” de La Zona)

SANTIAGO PAZOS
Es curioso comprobar como algunas ideas se convierten en universales sin saberse bien si son invento de un niño o de un sesudo pensador. Lo digo por “el cielo de los perros”, frase que escuché en “La golondrina” y que ya hace casi veinte años se le ocurrió a Carlos, un vecinito de seis años que gustaba de pasear conmigo a Alfred Hitchcock (mi añorado perro que murió de viejo). Claro que Carlos pensaba que tenía que haber un lugar celestial en el que los perros muertos descansasen su eternidad y en este caso ese cielo de los perros es un infierno a donde mandan los talibanes de todas las religiones a los herejes a los que se les niega el eterno descanso.

De eso va, en parte, “La golondrina”. Pero fundamentalmente trata del daño y el sufrimiento que provocan los silencios, la incomprensión, la preferencia por ignorar esa realidad que amenaza nuestro falso bienestar. Silencios incómodos que nos impiden conocer la verdad de cómo, y qué, sienten y padecen esos seres queridos que son distintos, que van contra la anormal norma de que todos debemos estar cortados por igual patrón. Silencios atronadores que funcionan como cilicios en las piernas de los más castos y de los “llamados o supuestos” pecadores. Sí, también de ellos como víctimas.

Y se habla del amor encapsulado, de los afectos no mostrados, de las caricias y los besos prohibidos, de la violencia cómplice que supone mirar para otro lado. Todo un manifiesto en favor de la obligación que tenemos, como seres humanos, de respetar lo diferente, en este caso la homosexualidad, de escuchar y de ser beligerantes contra todos esos silencios sicarios que ayudan a crear el caldo de cultivo donde se forman los monstruos que acabarán por robarnos lo que más queremos y no supimos cuidar.

De eso va. Ya ven. No importa tanto si Carmen Maura estuvo más o menos lucida o si Dafnis Balduz consigue una interpretación memorable, donde la fuerza y la convicción arrancan lágrimas entre el público. O sí, porque es teatro y en ese mundo cada palabra y cada gesto importan. Pero disculparán que para mí, hoy, sean asuntos secundarios.

Y el público carballés, quizás demasiado magnánimo, aplaudió puesto en pie a unos actores que supieron transmitir ese mensaje con nitidez. Yo aplaudí, con fuerza, el acto en sí de que ese mensaje sea proclamado y escuchado.



Salud y larga vida…




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