(FIOT 2017)
26 FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO DE CARBALLO
TENSIONES EDULCORADAS
(A propósito de “El ciclista utópico”, de Feelgood Teatro,
Emilia Yagüe Producciones y Teatro Calderón)
SANTIAGO PAZOS
Fran Perea y Fernando Soto en el Café con...
Que por un azaroso accidente sufras una abducción y seas manipulado hasta el
punto de tirar por la borda toda tu vida, personalidad, trabajo y familia
incluida, debe ocasionar una serie de tensiones tan fuertes que ni la flema
británica más exquisita sería capaz de endulzar.
Sin embargo, Yayo Cáceres lo intenta, en esta tragedia de tintes
forzadamente cómicos, con éxito discutible desde mi punto de vista. El método
que utiliza, tutear al espectador buscando su complicidad y embaucarlo de tal
modo que sienta como suyo todo lo que ocurre en escena, es de sobra conocido
para los que hemos visto otros proyectos suyos con Yllana, L’om-Imprebís o Ron
Lalá.
Esa familiaridad con la que Manuel (Fran Perea) se dirige al
público, persigue funcionar como un anzuelo lleno de sabrosa carnaza al que tenemos
que hincar el diente sin rechistar. Lo que pasa es que, desgraciadamente, nos
ofrece un plato excesivamente salpimentado, exagerado de tono, gestualidad y volumen.
Su personaje, además, no es creíble, pero de eso debe cargar con la culpa el
autor Alberto de Casso.
Y lo mismo pasa con Acebal (Fernando Soto), aunque en este caso
se utilice un lenguaje soez y cierto desdén mugriento que pretende enamorarnos provocando
lástima y vergüenza ajena. Un personaje que, por el contrario, sí parece gozar
de cierta credibilidad gracias a la mesura interpretativa del actor.
Tampoco ayuda esa canción que suena solapada detrás de los
monólogos, ni el utilitario decorado aunque tenga un toque conceptual como
espejo donde se proyectan y chocan esos dos mundos tan distintos.
No gustó al respetable. Me parece que algo falla en ese texto, empezando por el título. Quizás
se deba a un fallo de origen. Porque se plantea un acontecimiento al que, en
apariencia, se le da más importancia de la que tiene y que, desde el punto de
vista del espectador, necesitaría de otro desarrollo argumental para
desencadenar y justificar ese suicidio final. Y la utopía?
Pero más allá de esas tensiones edulcoradas, destacaré, eso sí, por
mucho que el resultado final no alcance el nivel esperado, la buena sintonía
entre Fran Perea y Fernando Soto que mantienen un pulso interpretativo rico e interesante.
Salud
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