FIOT 2017)
26 FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO DE CARBALLO
ECOS Y SILENCIOS
(A propósito de “La última cena”, de Atresbandes
& Reckless Sleepers y coproducido por el FIOT)
SANTIAGO PAZOS
Se tragaban las palabras, literalmente, como si fuesen hostias
consagradas. Se tragaban las últimas palabras y yo escuchaba el eco que dejaban
flotando en el aire. Un aire viciado, como desoxigenado por momentos, donde los
silencios, escasos, te invitaban a una reflexión rápida, acelerada e
irremediablemente inconclusa. Pasamos de un muerto a otros muertos sin haber
digerido el impacto que nos causó escuchar el primer epitafio.
En esta performance plástica y psicológica no todos los muertos
son iguales. Algunos son famosos que se fueron en circunstancias poco claras,
otros parece que se fueron porque les dio la gana, muchos, los de más impacto,
se fueron porque los condenaron a irse, ejecutados. Un plato de mal gusto que
amarga cualquier cena.
El manjar era el espectáculo, su simbología potente, una mesa
para cinco en la que solo se sentarán tres comensales, las manzanas de René
Magritte, la aleatoriedad para colocar a los comensales. Y en algún caso aparente
simbolismo para coloquios de cineclub, como en los pies descalzos de los
actores, que estaba motivado por algo tan poco lírico como la comodidad del
director y creador Mole Wetherell.
Teatro de vanguardia que deja al descubierto situaciones y
sentimientos que el ser humano asume como algo cotidiano y que, sin embargo,
para cada uno en su momento es un acontecimiento único e irrepetible. Morirse.
Una manera de hacer teatro en la que el dramatismo se sugiere, (como en el caso del condenado a muerte que no pide nada para cenar y para que no muera con el estómago vacío le traen una hamburguesa por orden de su madre). La tragedia no se expresa con trazo grueso, no se lanzan proclamas, sólo se expone, sin
conclusiones, para que el espectador comensal reflexione libremente.
A Mónica Almirall Batet, Albert Pérez Hidalgo y a Miquel Segovia
Garrell, de Atresbandes los conocimos en 2015 con “Locus amoenus”, una obra
sugestiva con profundas inquietudes existenciales y con mucha frescura
interpretativa. Y podemos decir que en “La última cena” destaca su madurez,
tanto en su planteamiento teórico como en su solidez sobre el escenario. Un
camino de crecimiento creativo, artístico y humano, del que espero seguir
disfrutando en próximas entregas.
Salud
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