(FIOT 2013)
XXII
FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO DE CARBALLO
CUANDO NOS
HAN ROBADO LA FELICIDAD
(A propósito de “Distancia siete minutos” de
Titzina Teatre)
SANTIAGO
PAZOS
El público
de Carballo es muy agradecido, aplaude con muchas ganas cuando le gusta una
obra, y parece que aplaude también con muchas ganas cuando no le gusta, sólo
parece. Creo que Titzina Teatre ya sabe apreciar esa diferencia, saben que por
estas tierras se les admira, pero el aplauso de ayer, bastante fuerte, no se
parece en nada al atronador aplauso que recibieron, hace pocos años, por “Exitus”.
Su
proceso creativo es el mismo, se alimentan de lo cotidiano, de la experiencia
viva, van a la fuente de la realidad para dar verosimilitud a los temas sobre
los que quieren trabajar. Así van montando su personal arquitectura teatral, a una
idea primigenia se le van sumando vértices poliédricos que recogen los efectos
colaterales que cualquier temática desarrolla. La realidad es muy complicada.
En
“Distancia siete minutos”, de la felicidad, o del cuestionamiento de la
infelicidad, pasan a diseccionar el mundo de la justicia, las conflictivas
relaciones familiares entre hijo y padre, las culpabilidades por el suicidio de
la madre y sus consecuencias, o los siete minutos de terror que se producen
antes de que el robot espacial Curiosity aterrizara en Marte. Me gusta su
estilo constructivo. El resultado es un texto dramático con una buena
estructura y cargado de matices.
Un texto,
bien dialogado y con unos monólogos perfectamente armados, al que Diego Lorca y
Pako Merino vaciaron de intensidad con unas interpretaciones que dejan mucho
que desear, quizás por falta de rodaje. Lineales, sin ninguna profundidad, sin
sentimiento ni credibilidad, perdiendo fuelle, escena tras escena. Actuando con
tal monotonía que convierten en una lectura de texto, sobre todo la última
media hora interminable, lo que era un estreno teatral.
Sin
embargo, todo lo demás es impactante. Minimalista la música y la escenografía,
y elegante, con unos toques muy efectistas, la iluminación. Un engranaje, en
apariencia sencillo, que funciona a la perfección, abriendo espacios, y creando
atmósferas, llenos de matices.
Un
montaje estupendo que hace más visibles, si cabe, las carencias y defectos de
unos actores que, sabiendo que pueden hacerlo mucho mejor, como nos demostraron
en otras ocasiones, ayer, nos hicieron sentir como que nos robaban la felicidad prometida.
Salud
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