martes, 29 de octubre de 2013

"Las cosas también tienen mamá" de La mona ilustre

(FIOT 2013)
XXII FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO DE CARBALLO

ADIOS JULIETA, ADIOS LOU REED
(A propósito de “Las cosas también tienen mamá” de La Mona Ilustre)

SANTIAGO PAZOS


Es posible que el domingo mi corazón estuviese más en Coney Island con Lou Reed que con la poética mirada que Juliette tiene de sus recuerdos. Es posible que siendo capaz, como lo soy tan a menudo, de sublimar, rescatándolos del caos, un gesto, una mirada, una voz, o un segundo de emoción, estuviese tan obtuso durante toda la función como para no poder destacar nada reseñable. Y aunque sé que hablamos de cosas que no aguantan ningún tipo de comparación, es posible que como en el momento que escribo estas reflexiones lo hago con la banda sonora de esa obra maestra del rock, todo lo demás me parezca pequeño e insignificante. Es posible.

Sin embargo, al contrario de lo que dice Juliette, la verdad no me confunde. Claro, mi verdad. Una subjetiva verdad que no tiene porque ser compartida.  Y la verdad es que ese tipo de teatro añejo y experimental, con una estética y un planteamiento escenográfico entre el surrealismo y el expresionismo,  propio de las compañías universitarias de los años setenta y ochenta, tiene que presentarse con mucha osadía, valentía y audacia para alcanzar un nivel de creatividad que lo justifique. Y el onirismo dulzón, incluso en las escenas más dramáticas, de “Las cosas también tienen mamá”, desde mi punto de vista no contiene esos registros. Esa dulzura funciona como un estrecho armazón que impide respirar a la obra en su conjunto.

La escenografía apilada como un trastero resta belleza y, como un remolino, se traga el protagonismo que algunos elementos pretenden tener, como el arcón, la casita de muñecas, etc. Obligando además a las actrices a bailar como imantadas a su alrededor con sus máscaras, sus marionetas y sus muñecos. Un abigarramiento que asfixia.

Pese a eso, si nos abstraemos del conjunto, le quitamos el tufillo de christma navideño, y fijamos la atención en aspectos concretos, consiguen algunas estampas bastante interesantes como la protagonista durmiendo en el arcón, el barquito navegando sobre un mar alfombrado, y sobre todo las escenas de las marionetas y los muñecos.

Está bien el texto, la idea, el viaje a los recuerdos, la isla del tesoro y Alicia en el país de las maravillas, pero todo junto empacha. La música, bien. El ritmo muy pautado, con una continuidad milimetrada, sin tensiones, un sueño tierno, que sin pesadillas, resulta ser un cuento para niños pequeños. Y la falta de intensidad en el tono de voz de las actrices, no me quiero ni acordar de alguna de las monótonas peroratas de la abuela, empequeñecía aún más el producto final.

Pudieron darnos más. Sobre el escenario había más potencial del que nos ofrecieron. Se mostraron cicateros, y pienso que pecaron de modestos cuando sólo tenían escasez de ambición.

Así que adiós Julieta, adiós Lou Reed. No, adiós Lou no, él permanecerá siempre.




Salud


   


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