sábado, 12 de octubre de 2013

"André y Dorine", de Kulunka Teatro

(FIOT 2013)
XXII FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO DE CARBALLO

DEL SILENCIO INCÓMODO A LA TERNURA
 (A propósito de “André y Dorine” de Kulunka Teatro)

SANTIAGO PAZOS
  



Al principio me incomodó el silencio, la falta del verbo, las inertes miradas. Fueron diez o quince minutos antes de que la ternura más humana inundase el auditorio del Pazo de Cultura de Carballo. Sabía, por algunas lecturas introductorias y por los comentarios de Carmen Castro y de los tres actores de Kulunka, en el Café con… de la tarde, que eso podía ocurrir, mas en el inicio de la representación dudé. Temí por el aburrimiento y el bostezo. ¿Y si mi capacidad empática y mi sensibilidad no estaban a la altura de toda esa gente, (170 funciones, incluyendo el Nepal), que comentaban, después de ver “André y Dorine”, cómo aquellas caras duras, aquellas máscaras, les habían transmitido sentimientos tan agridulces, tan humanos, tan vivos?



Y descubrí que sí, que por mucho que yo odie la sensiblería facilota y el empalago que produce, era capaz de sentir lo que por naturaleza aquellas máscaras tenían vetado. Kulunka lo pone fácil, emociona sin caer en la ñoñería sentimental, hace comprensible esa historia de amor sin necesidad de abrir la boca, sin decir palabra hasta el final en que una canción, que para mi entender sobraba, resume todo lo que el movimiento bien medido y el ilusionismo ya nos han contado.

Digo ilusionismo porque, una vez metidos en la historia, aquellas máscaras parece que perdieran su rigidez para agriar o dulcificar el gesto como si estuviesen hechas con la misma carne del cuerpo humano que las viste.

Eduardo Cárcamo, Garbiñe Insausti y José Dault

Me gustó la sencillez escenográfica. Facilita los muchos flash back, sobre los antecedentes, imprescindibles para entender lo que pasa. Me gustaron las máscaras, muy logradas, fabricadas por la actriz de la Compañía, Garbiñe Insausti. Me gustaron los actores, Garbiñe, José Dault y Eduardo Cárcamo, que dan vida a los diversos personajes dotándolos de personalidades bien diferenciadas, comedidos y austeros cuando lo fácil hubiese sido caer en la extravagancia. Y me parece buena la dirección de Iñaki Recarte, responsable directo de todos esos aciertos mencionados antes. Sin embargo no me gustó la música de Yayo Cáceres, imprescindible para el perfecto engranaje escénico, por mucho que tuviese una candidatura para los Premios Max, resultando escasa de matices para mi modesto entender.

Aunque la enfermedad de Alzheimer sea la excusa, el hilo conductor de la trama es el amor en todas sus manifestaciones, incluyendo el aburrimiento que produce cuando se gasta, o cuando ya raído escuece y ata. Lo expresa muy bien André Gorz en su “Carta a D”, escrita antes de suicidarse en compañía de su esposa Dorine, y referente principal del guión de “André y Dorine”: “Acabas de cumplir ochenta y dos años. Has encogido seis centímetros, sólo pesas cuarenta y cinco kilos, pero sigues siendo bella, elegante y deseable. Hace cincuenta y ocho años que vivimos juntos y te escribo para comprender lo que he vivido, lo que hemos vivido juntos, porque te amo más que nunca”.

Salud  

No hay comentarios: