(FIOT 2015)
XXIV FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO DE CARBALLO
HUMANA, DEMASIADO HUMANA
(A propósito de “El
testamento de María” de Blanca Portillo)
SANTIAGO PAZOS
Así, parafraseando a Nietzsche, “humana, demasiado humana” es la madre de
Jesús, (del que no se puede nombrar), que Colm Tóibín nos describe en “El
testamento de María”. Un personaje despechado que viene a contarnos su verdad
sobre unos acontecimientos cuya historia ha sido alterada conscientemente para
beneficiar un movimiento religioso que ha secuestrado a su hijo y alterado su
papel de madre, una revolución en la que ella no cree, rompiendo
definitivamente con esa imagen sagrada que han construido para fieles y
creyentes.
Personalmente disfruto más con la descabellada y divertida
versión que sobre los últimos días de Jesús nos cuenta Mijaíl Bulgákof en “El
maestro y Margarita”, o con la descacharrante “Vida de Brian”. Nada que ver con
esta versión de Tóibín, con la Virgen como protagonista, que pretende ser seria,
y sin duda más verídica y fiel a cómo pudo ser en realidad. Como todo lo que conocemos de esa realidad son referencias de referencias y manipulaciones interesadas es
posible que esta teatralización sea bastante fidedigna. Quizás tanto como
cualquiera de los evangelios. Y si no lo es, tampoco pasa nada, porque lo
importante para nosotros es que funcione como espectáculo y visto lo visto
parece que cumple muy bien con su cometido.
Y sin embargo, casi sagrada se nos mostró ayer Blanca Portillo,
una actriz grande, enorme y convincente que arrancó “bravos”, “bravísimos” y
aplausos como hacía tiempo que no se oían en el Pazo da cultura de Carballo.
Podríamos señalar, si nos empeñamos en ello, algunos defectos y aun
así estaríamos ante una obra de arte completa, admirable por el revelador texto,
por la ajustada dirección de Agustí Villaronga, por la inteligente y funcional
escenografía del gran Frederic Amat, por la iluminación naturalista de Josep
María Civit, por el reversible vestuario de Mercé Paloma, etc. etc.
Y finalmente, por Blanca Portillo, midiendo bien los tiempos, marcando
las pausas y los silencios, ajustando los espacios, utilizando en beneficio del
espectáculo cada rincón del escenario, cada elemento escenográfico,
sobrecogedora, intensa, dialogante, titubeante, arrebatada, segura de que cada
palabra es entendida, cada matiz diferenciado y cada movimiento acompasado y vigilado por la atención
del público.
Impresionante en muchos momentos, como cuando en las Bodas de
Canaan esparce la fruta, arrojándola con rabia, sobre una mesa que más parece un altar, o cuando se
asea con las piernas abiertas sobre aquel pozo tan conseguido, y también tuvo,
porque no decirlo, sus momentos valle, de transición, de relajación para
continuar con su particular guerra y completar ese largo monólogo que a nadie
pudo dejar impasible.
Un lujo para los que la vimos ayer, un lujo para el FIOT y para
Carballo, y un lujo para el teatro español poder contar con actrices de este
fuste. Y ahora, insisto, podíamos buscar algunos defectillos, pero ¿a quién le
importan? A mi desde luego no.
Salud
No hay comentarios:
Publicar un comentario