(FIOT 2015)
XXIV FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO DE CARBALLO
CUANDO NINGÚN SENTIMIENTO NOS ES AJENO
(A propósito de “Los nadadores
nocturnos” de Draft.inn)
SANTIAGO PAZOS
De niño fantaseaba con la posibilidad de que nadie más en el
mundo podía tener los sentimientos que yo tenía, que nadie disfrutaba o sufría como
yo lo hacía, que sólo yo era dueño de esa sensibilidad especial imprescindible
para captar tanto la belleza como la fealdad que me rodeaba y únicamente yo era
capaz de diferenciarlas.
Obviamente era una fantasía sin ningún tipo de fundamento, porque
todas las personas, incluidas las más viles y las más ignorantes, tienen la
capacidad de amar y, por tanto, también de odiar. Es decir, tienen sentimientos
y unos códigos de comportamiento en los que la sensibilidad, más o menos
sofisticada, influye de algún modo en su conducta.
Por lo general son aspectos de la condición humana que se reservan
para la esfera individual, los círculos familiares o las amistades más cercanas,
sin embargo hay momentos de crisis económica y política que provocan procesos
de cambio social en que las emociones personales confluyen y crean estados
generalizados de desasosiego.
Esto es a grandes rasgos lo que José Manuel Mora nos cuenta en “Los
nadadores nocturnos”, a través de un texto poético cargado de dramatismo que
intenta resumir las experiencias de tantas vidas rotas, de tantos fracasos
personales y colectivos, de tantos amores y desamores, de tantos ideales
corrompidos, de tantas ansiedades y neurosis mal canalizadas y, en definitiva,
de tanta búsqueda desesperada por una salvación honrosa aunque parezca
descabellada la puerta de salida elegida.
En ese paisaje desolado, y desolador, ya no quedan personajes
enteros en los que fijarse, nos hemos convertido en seres humanos miserables
que se comen su propia mierda, y por eso es necesario un sacrificio colectivo,
un coctel incendiario que lo purifique todo para poder seguir respirando, una
revolución que traiga el germen de una nueva sociedad, aunque toda revolución
acabe por ser sistematizada.
Ese denso y descarnado discurso requiere de una complicada y
novedosa dramaturgia para que el espectador, aunque no sin dificultad, pueda
asimilarlo. Y es ahí donde la colaboración del autor (José Manuel Mora) y la
directora (Carlota Ferrer), cuyo trabajo es el pilar fundamental sobre el que
se sostiene todo el engranaje teatral, ha resultado definitiva para poder ofrecernos
un espectáculo completo en el que todas las disciplinas escénicas son tratadas
con esmero.
La interpretación y la expresión corporal son magníficas, con
Joaquín Hinojosa a la cabeza, como maestro de ceremonias, y con Alberto Jo Lee, Cristina Subirats, Jorge Machín, Ricardo Santana, Paloma Díaz y Esther
Ortega. El diseño audiovisual sugerente y la selección musical acertada. La
colorista y muy bien iluminada escenografía es funcional y estéticamente
sugestiva. La caracterización de los personajes, poliédricos, difíciles, es muy
inteligente y creíble. Y las coreografías, la puesta en escena y la dirección,
muy medida y fuertemente marcada por Carlota Ferrer.
Todo en su sitio y al servicio del espectáculo. Y aun
reconociendo la dificultad que tienen este tipo de obras tan singulares no
aprecié desajustes importantes. Una pena que los problemas de sonido, sobre
todo al principio, dificultasen la comprensión de alguna parte del texto, aspecto
que no considero que sea achacable a la propia obra. Bien, muy bien.
Salud
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