(FIOT 2015)
XXIV FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO DE CARBALLO
EL DON DE LA OPORTUNIDAD
(A propósito de “Presidente”
de Teatro do Morcego)
SANTIAGO PAZOS
Ocurre a veces, salta la liebre cuando el cazador tiene la
escopeta cargada y está en una posición idónea para disparar y cazar su presa.
Ocurre a veces, también, que al cazador se le encasquilla el cartucho, o
tropieza, o vaya usted a saber que calamidad puede pasar que la liebre salta y
se escabulle vivita y coleando. Ocurre a veces que aun teniendo el don de la
oportunidad, sin saber por qué, o por no saber hacerlo mejor, vamos y la
pifiamos. Algo así pasó ayer en Carballo con “Presidente” de Teatro do Morcego.
El tema, la manipulación política, es oportuno para el momento socio-político
que vivimos en España. Está bastante bien escrito, con escenas cómicas
construidas por Xosé L. Prieto con mucha inteligencia, con sus dosis de acidez,
crítica, sarcasmo y referencias suficientes para situarnos cómodamente en la
realidad actual, con políticos y otros personajes bien esquematizados,
arquetipos de gente con ideologías y comportamientos que nos resultan familiares
y fácilmente reconocibles.
El montaje escénico es pobre, pero no importa porque su influencia
sobre la trama general, y sobre las distintas escenas, no es definitiva. El
único elemento cuya presencia es imprescindible por ser complementario a la
acción es la pantalla de vídeo, el resto no tiene importancia, la desnudez
escenográfica ni añade ni resta credibilidad.
Sin embargo, acurre lo más inesperado, el director no aparece y los
actores no están al completo, una parte de ellos se quedaron en sus casas,
posiblemente viendo algún programa de la TVG. Sí, vemos la mitad de Celso
Parada y un cuarto de Federico Pérez, César Goldi, Iolanda Muiños y Merce
Castro, pero con eso no llega ni para un cuarto de hora de interpretación.
Faltan registros, nervio, agilidad, ritmo. Falta interpretación,
gestos, movimientos, naturalidad, verdad, o lo que Celso llama mentiras con
permiso. Y claro, pasa que los personajes huérfanos desaparecen del escenario y
el público mira el reloj y bosteza deseando abandonar cuanto antes ese vacío.
Una pena, ya digo, ocurre a veces.
Salud
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