(FIOT 2018)
27 FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO CARBALLO
EL PODER DEL TEXTO
(A propósito de “Fedra” de
Pentación Espectáculos con Lolita Flores)
SANTIAGO PAZOS
Hacía tiempo que tenía ganas de asistir a una representación de “Fedra”.
¡Años!. Tanto tiempo como el que transcurre desde que descubrí que la versión
de Jean Racine fascinaba a Marcel Proust, (se puede comprobar al comienzo de “A
la sombra de las muchachas en flor”, segundo tomo de “En busca del tiempo
perdido”). Una referencia literaria que me llevó a buscar y
leer ese texto con cierta devoción. Una versión bastante más condescendiente
con la protagonista que la del propio Euripides sobre la que se sustenta esta
versión construida para mayor gloria de Lolita Flores.
Y digo de Lolita Flores porque me dio la impresión que todo el montaje
está al servicio de su capacidad interpretativa, para tapar sus defectos y
ensalzar sus virtudes, que algunas tiene. Una versión más adecuada para escuchar que para ser
vista, porque hay que reconocer que estaba bien dicha, con voces muy
dramatizadas, con entonaciones como las que se hacían en ese teatro clásico de
otras épocas, recitando de corrido y marcando las pausas como si se tratase de
socavones de profundidades abismales capaces de romper los parlamentos más
sólidos. Pero con una forma tan rígida, hierática y estática al ser representada que más bien parecía una
obra para ser retransmitida por radio que para ser disfrutada en un teatro.
Sólo el gran poder que tiene ese texto mantuvo mi atención
alerta, porque en gran parte de la obra tuve que cerrar los ojos para sentir
esa sensación tan cortante, tan extremadamente afilada, que tienen las
tragedias clásicas. Y, por supuesto, que tiene Fedra en esa titánica lucha
entre la razón y el deseo.
Pienso que la única concesión que hacen al teatro moderno, por destacar algo, es esa
especie de pantallazos documentales, al estilo de la segunda cadena de la TVE,
con sintonías de impacto para despertar a algunos espectadores a los que el
sopor hubiese vencido por aburrimiento. Todo lo demás es rancio, antiguo,
monolítico y escaso.
Una especie de museo de cera con voces enlatadas que no aporta
nada de nada a la recuperación del teatro clásico, ni a ningún otro tipo de teatro.
Proust estaría horrorizado y sus achaques hipocondriacos se verían tan
agravados, al ver esta Fedra, como grande es mi frustración por haber sufrido
esta fallida experiencia. Podría destacar algunos brochazos de interpretación desgarrada de Juan Fernández, como Teseo, o Críspulo Cabezas, como Hipólito, pero ni siquiera la presencia de Tina Sáinz, como Enone, y su reconocida trayectoria, calman. ¡Ayyy!
Salud y larga vida…
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