(FIOT 2018)
27 FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO CARBALLO
RESPONSABILIDAD Y CONVICCIÓN
(A propósito de “El enemigo del pueblo (Ágora)” de El Pavón
Teatro Kamikace)
SANTIAGO PAZOS
En la introducción que el sociólogo Raymond Aron hace para “El
político y el científico” de Max Weber, (en Alianza Editorial, 1967), se hace
la siguiente pregunta: ¿Existen dos moralidades esencialmente distintas, la de
la responsabilidad y la de la convicción? Su carácter moderado y pragmático le
lleva a la conclusión de que se obra por
convicción y para obtener ciertos
resultados. Es decir, la contradicción entre utopía y praxis nunca podrá ser
resuelta desde la imposición de valores o razones que no tengan en cuenta su
utilidad en favor del bienestar general. Es una opinión. Podríamos citar otros muchos
estudios que refuerzan esa hipótesis o la desmontan con argumentos igual de
convincentes.
Ahora bien, el consenso generalizado es que la democracia y el
sistema de sufragio universal, aun siendo imperfectos, constituyen el sistema
político de organización social más justo y respetuoso con las libertades y
derechos tanto individuales como colectivos. Claro que las impurezas del
sistema invitan a la sospecha permanente. La demagogia, la corrupción, el
populismo, la manipulación o la ignorancia, evidencian esa podredumbre que
tanto nos asquea. El debate no es nuevo y además no veo yo trazas de que esa
contradicción sea resuelta globalmente. Otra cosa es el encaje que de esa
dicotomía hacemos a nivel individual, porque tendemos a ser bastante más
permisivos con nosotros mismos que con la sociedad en la que vivimos.
Que el teatro nos plantee estos dilemas existenciales con la
crudeza que el Pavón Kamikace los presenta en “Un enemigo del pueblo”, es un
aldabonazo a nuestras conciencias porque invita a la reflexión más profunda
sobre lo que suponen nuestras decisiones, sus motivaciones y sus consecuencias.
Una llamada de atención a nuestra razón de ser como individuos y como sociedad.
Un golpe a nuestro sentido de la razón y de la ética. Y un aviso sobre los
vicios de los que nuestro sistema de convivencia abusa. Y por supuesto, lo
hacen desde la manipulación. Eso es el teatro también. Nos conducen a un
callejón con varias salidas pero ninguna de ellas lo suficientemente digna como
para sentirnos limpios y satisfechos.
Manipulación, porque todas esas preguntas que nos hace Rigola a través
de sus actores no tienen una única respuesta. No nos bastan el sí y el no para
poder responder. A los espectadores nos escatiman los matices. El debate está
viciado desde el principio. Y aun así, ese debate es necesario, imprescindible.
Y por eso este teatro es fundamental, porque está construido desde la dignidad.
Y mientras estábamos sentados en el Pazo da Cultura de Carballo
debatiendo sobre los fundamentos de la democracia, sus vicios y sus virtudes,
en Brasil…
Salud y larga vida…
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