(FIOT 2018)
27 FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO CARBALLO
LO QUE SE ESCONDE BAJO LA CAL
(A propósito de “La
tristeza de los ogros” de Fabrice Murgia)
SANTIAGO PAZOS
Bajo la cal se esconde la mugre, todo tipo de deshechos, de
detritus nauseabundos. Bajo la cal escondemos los miedos, las obsesiones, el
tedio, el dolor, las tragedias, el lodo hediondo.
En “La tristeza de los ogros”, Fabrice Murgia escarba bajo la
cal y deja al descubierto los sentimientos de esa parte del mundo que los autoproclamados
seres normales llamamos podredumbre, marginalidad.
Y nos muestra la frágil línea que separa unos mundos de otros,
lo real y lo onírico, la razón y la esquizofrenia delirante, la normalidad (“¿Qué
coño es normal?”) y los bajones depresivos que nos conducen a tomar decisiones
radicales que desencadenarán el caos propio y el sufrimiento de la familia, de
la gente a la que queremos, de los inocentes que nos rodean y que sin saberlo
forman parte de nuestra desgracia.
Una propuesta descarnada tanto en sus aspectos sociales e
intelectuales como en la forma que elige para mostrárnosla. Incluyendo la
denuncia de esa doble moralidad patente en casos como el tratamiento cruel que
la televisión hizo del secuestro y asesinato de las niñas de Alcásser.
Esos dos casos reales a los que hace referencia, el secuestro y
posterior liberación de una niña y el asesinato múltiple de unos adolescentes
cometido por uno de sus compañeros de instituto, quieren ser una llamada de
atención, un golpe en el estómago que nos avisa de los peligros que nos
acechan, individual y colectivamente, en este mundo que estamos construyendo.
Ese mundo de las dobles vidas, la virtual y la real, el mundo de
la comunicación total que nos conduce a la mayor de las soledades, el mundo de
las individualidades falseadas como grupos colectivos que defienden los mismos
intereses. Ese mundo al que lavamos la cara diariamente con unos baños de cal
tan espesa y blanca que nos deslumbra y nos impide ver la realidad tal cual es.
Inquietante, esa niña que juega, sufre y se divierte, contando
lo que de verdad pasa en la trastienda mental de esos dos personajes que son, o
así se nos presentan, tanto víctimas como culpables, al tiempo que las imágenes
nos ofrecen una visión consumista del fracaso, de la profunda tragedia que
sufren.
No hay justificaciones. O por lo menos, a mi parecer, Murgia no
nos las ofrece. Su opción es la crudeza que exige una reflexión madura sobre lo
que esconde la cal. Valiente apuesta. Gracias.
Salud y larga vida…
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