(FIOT 2018)
27 FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO CARBALLO
LA IMPORTANCIA DEL MENSAJE
(A propósito de “Playoff” de La Joven Compañía)
SANTIAGO PAZOS
(Fotografías de David Ruano)
Hay algo en esta obra que, pienso, no admite discusión. La
importancia de “Playoff” está en el mensaje. En la lucha de la mujer para no
tener que pedir perdón por defender sus derechos. Más que por defenderlos, por
ejercerlos sin tener que pedir permiso. Por vivir como quieren sin tener que
disculparse. Por no sentirse culpables al exigir ser respetadas como personas y
querer competir, convivir, en igualdad de condiciones con los hombres.
A un lado tenemos que dejar las formas en que esa lucha se
desarrolla, se visibiliza. En algunos casos con más moderación y en otros desde
los extremos más incendiarios. Seguramente todas las posturas son necesarias
para desterrar y vencer al machismo y a los paternalismos más aberrantes. Y en
esa lucha también estamos los hombres, no todos por supuesto. Y algunos estamos
como “una más”, mal que les pese a las feministas más radicales y a los
machistas más recalcitrantes.
En la confluencia de los intereses comunes, de las justas
reivindicaciones, es el lugar donde se ganan las batallas. Siempre sin perder
de vista el principal objetivo, la claridad en el mensaje. Que la discusión
sobre las estrategias no nos lleve a confundir el rumbo.
Y una vez aclarado lo importante, el sentido y necesidad del
mensaje. Ayer, al terminar la función de “Playoff” se produjo un debate muy
interesante entre las actrices y una parte del público interesada en indagar
sobre motivaciones y causas. Un debate coincidente en la mayor parte de las
opiniones, por no decir todas, aunque discordante en algunas interpretaciones,
o malinterpretaciones, tangenciales. Diferencias referidas más a los modos que
al fondo de la cuestión.
No intervine, raro en mí, que me apunto siempre a un bombardeo,
porque no se habló, o se hizo de pasada, de teatro. Por eso, salvo insistir en
lo ya dicho, preferí escuchar y observar el debate desde una posición más contemplativa
que beligerante. Y es que, aun estando totalmente de acuerdo con el mensaje, menos
explícito en la obra de lo que yo afirmo claramente al comienzo de este
artículo, no me parece ningún descubrimiento teatral para admirar si nos
detenemos exclusivamente en los aspectos dramáticos.
Es decir, estando de acuerdo con todo lo que se dice, discrepo profundamente
de los aspectos formales y de la interpretación
puramente teatral. Fundamentalmente disiento de la propia dramaturgia
por recurrir sin necesidad a situaciones luctuosas que la vida nos depara, como
el SIDA o la muerte de un familiar cercano, que más que reforzar el tema
central, ya de por si potente y con suficiente identidad discursiva, lo diluye
y enmascara. Acierta por supuesto en otras muchas referencias como la maternidad,
el amor, los celos, la competitividad, el compañerismo, la hermandad, los
inconvenientes cotidianos que afectan a la realidad vital de la mujer en la actualidad, etc…
Y no me convence tampoco ese montaje explosivo e impactante en
el que la luminosidad excesiva nos despista, a mi modo de ver, de los
componentes dramáticos de una obra que debiera ser representada con
expresividad más realista, no copiando esa gestualidad tan manida de series
televisivas suficientemente conocidas. Y pienso, además, que esa manera tan estereotipada
de actuar, no por culpa de las actrices sino más bien bajo la responsabilidad
del director y de la autora de la obra, son una forma de renunciar, consciente
o inconscientemente, a su carácter de denuncia en favor de la clonación de
comportamientos y roles masculinos.
En definitiva, desde mi punto de vista, un intento voluntarioso
al que deben dar continuidad con propuestas de más peso. La lucha por la
igualdad es un viaje proceloso y de calado al que no podemos renunciar. Los
hombres tampoco…
Salud y larga vida…
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