(FIOT 2018)
27 FESTIVAL INTERNACIONAL OUTONO DE TEATRO CARBALLO
CARICATURAS
(A propósito de “Iphigenia
en Vallecas” con María Hervás)
SANTIAGO PAZOS
Algunos actores, en ocasiones, quieren parecerse tanto al
original que terminan por convertirse en caricaturas. Lo que en principio no es
negativo, a no ser que abusen. Por el
contrario, un cierto exceso potencia el estereotipo y lo identifica. Y en el
teatro del engaño el cartón se convierte en piedra y una lágrima es el océano
de la tristeza universal.
Por lo general, la desmesura depende del tipo de personaje que
se quiere construir. Y esta Iphigenia de María Hervás tiene todas las
características que facilitan los tics
exagerados, la invitación al exceso.
Y, en una primera parte, la de la soledad y el desamor, eso es
exactamente lo que ocurre. Más que definir al personaje lo ridiculiza. Nos lo
muestra grotesco y cosificado. Sin embargo, en la segunda parte, la del amor salvador, el
preparto y malparto, derrocha un cúmulo de expresiones sutiles y sentimientos
tan potentes que nos regala humanidad a raudales con una interpretación llena
de matices.
Claro que enfrentarse a un monólogo como el que hace María,
durante hora y media, en esta Ifi deplorable y santa a un tiempo es una tarea
de importancia superlativa. Un reto del que salir indemne es complicado. Y, a
mi modo de ver, lo consigue. ¡Bravo por ella! Porque los defectos de esta obra
no están en su interpretación, ni aun cuando se convierte en una caricatura.
Los problemas surgen con la credibilidad del personaje. Tengo
que decir que no me lo creo, no por culpa de María, sino porque hoy día es
difícil que se puedan dar tal cúmulo de circunstancias. No me refiero a que ese
personaje marginal no exista, incluso conozco algunos con historiales bastante
más lamentables. Tampoco desconfío de la bondad desinteresada y del sacrificio
personal, de la humanidad de tanta gente que está dispuesta a ceder parte de su
interés particular por el bien común. Seguramente hay más gente así de la que
en principio podemos pensar.
Pero en esas circunstancias en las que la marginalidad social
está tan enquistada es impensable tal dechado de virtud iluminada, tal
transformación radical. Ni el amor, ni la natalidad, son parte de una pócima
que tiene el poder de beatificar, ni de convertir en realidad actual las
antiguas leyendas. Y aunque hemos visto muchas veces “Pretty Woman” no acabamos
de creernos todos los cuentos, por muy bonitos que estos sean.
Por lo demás, claro que las preguntas son las correctas y ahí
están, en estas crisis de ahora, en las de antes y en las que vendrán: ¿Quién
esperamos que se sacrifique cuando algo va mal? ¿Quién es efectivamente el
sacrificado cuando los que mandan quieren algo? ¿Qué va a pasar cuando los
sacrificados ya no lo soporten más?...
Ese debate requiere de muchas y profundas reflexiones, históricas,
económicas, sociales, políticas y psicológicas. También de sentimientos, pero
nunca de milagros.
Insisto: ¡Bien por María Hervás!
Pero…
Salud y larga vida…
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